La Argentina de Perón

Canción elemental

F. U.

Miradla como está, leve y hermosa,
seda en la piel y trigo en el cabello.
Y en los ojos oscuros el destello
por el que bautizamos a la rosa.

Cuando la risa por su voz se asoma,
venida de los cielos más lejanos
es como si aleteara entre sus manos,
prisionera y alegre, una paloma.

Y si alguna ansiedad nos desazona,
nos basta su recuerdo, su mirada,
para llenar de sangre renovada
el corazón que se descorazona.

Del Norte al Sur, del Este hasta el Oeste
proclamo esta verdad a mis hermanos:
Eva Perón nos puso entre las manos
una Patria más blanca y más celeste.

Un comerciante

Basta, basta... No me molestes más... —dijo con impaciencia la señora al muchachito que, provisto de una voluminosa canasta, quería a todo trance venderle un “recuerdo de Necochea”.
Esto sucedía a las dos o tres de la tarde. El niño se retiró con desparpajo. —Paciencia... mal negocio... — parecía decir con el gesto. Y, encogiéndose de hombros, fué a apoyarse en la balaustrada que daba a la playa, mirando con indiferencia a los raros paseantes, y mordiendo rabiosamente el tallo de un clavel punzó.
El chico me interesó y me acerqué a él.
— ¿Qué vendes?
Con gesto displicente me señaló la canasta. Había allí de todo: tinteros, lapiceras con vistas, marcos