La Argentina de Perón

seca, arrugada, marchita, hasta parecer una dolorosa caricatura de sí misma, y no tardaría en desplomarse. muerta?
Uno de los espectáculos más interesantes para quien sepa observar, es el del intercambio del agua entre la misma naturaleza: espectáculo que no se percibe siempre con los ojos, pero que siempre se evidencia por sus manifestaciones. Sabemos ya que el agua de los ríos, mares, y de la superficie de la tierra se evapora constantemente y sube al espacio, donde forma nubes, y retorna, a nosotros cuando llueve, pero ¿quién se detiene a contemplar el agua en ebullición de una pava puesta al fuego, o el arroyo que corre y se filtra polla tierra para dar vida a las plantas vecinas, o la potencia impresionante de una caldera de vapor, y a sacar de ello consecuencias?
Sepamos ver: sepamos pensar.
Sólo así podremos arrancar sus secretos a la naturaleza.

II

Nuestro país, tan rico en agua, puesto que ha sido colmado con profusión de ríos, arroyos, lagos y vertientes en casi toda la extensión de su territorio, posee sin embargo algunas regiones áridas.
Con el objeto de equipararlas a las tierras fértiles, el Superior Gobierno de la Nación ha mandado construir canales artificiales que llevan el precioso líquido a las poblaciones, para surtirlas del mismo.
En las regiones en donde el agua abunda, no damos al problema la importancia que tiene. Nos parece muy natural que la haya, y hasta la desperdiciamos...
¡Y pensar que, hace poco más de medio siglo, en la ciudad de Buenos Aires, había aguateros que vendían el agua llevándola a los domicilios!