El tambor de Tacuarí

Una carta

Mercedes, 10 de mayo de 1946.
Señora Antonia R. de Ratti.
Querida abuelita: hoy no tengo muchos deseos de trabajar. Te recuerdo y quisiera correr por el camino que nos separa hasta llegar a tu lado.
Levanto la cabeza y miro a través de los vidrios de la ventana. Hay una algarabía de gorriones que me distrae. Saltan, vuelan, gritan, se esponjan sobre el tejado, miran el cielo y tienden las alas, luego vuelven.
Abuelita querida: detrás de la ventana, tu nietecito es como un gorrión preso. Pero no lo lamento porque

cerca de mí está mamá y porque estar acá, frente a mi mesa, haciendo los deberes, es una de mis obligaciones de niño que aspira a ser un hombre útil. Y yo quiero ser un hombre útil, para comprarte una casita con jardín, como las que te gustan. Como ésas que el gobierno está haciendo construir para Los obreros; blanca, con techos rojos y llenas de comodidades. Yo te voy a comprar una de ésas, abuela.
Por ahora no te puedo mandar nada más que un beso y un abrazo muy fuerte.
Bochita, el nieto que mucho te quiere.

Nota: María del Pilar ha escrito el sobre y ella también te manda un beso. No tenemos otra cosa, abuelita.