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JUSTICIA

El dinero parece ser tan antiguo como el ser humano. Por su intermedio el hombre se asegura la posesión de las cosas que necesita o desea.
A pesar de ser cierto que el dinero no constituye la felicidad, no es menos cierto que el hombre debe ganar para atender a su subsistencia y satisfacer sus gustos.
Pero las riquezas no están repartidas por igual. Hay pobres y hay ricos. Hay quienes tienen todo lo

que quieren y otros que carecen hasta de lo más indispensable.
El justicialismo quiere que haya menos pobres y menos ricos. Poco puede afectarle al hombre que tiene una gran fortuna el ganar algo menos en sus negocios o en sus industrias. En cambio, un poco más de dinero les resuelve muchos problemas y, sobre todo, les permite vivir sin preocupaciones a los que son humildes.
El creador del Justicialismo, el general Perón, para comenzar a llevar a la práctica este pensamiento, propició una serie de reformas sociales.
Así nacieron el aguinaldo, los tribunales de trabajo, los derechos del trabajador, de la ancianidad, del niño y de la cultura; las vacaciones pagas, la protección a la invalidez, la jubilación para todos los que trabajan, etc., etc.
Estas leyes tratan de que el capital sirva para mejorar a la sociedad y no para beneficiar solamente a unos pocos privilegiados. Los únicos privilegiados que reconoce el justicialismo son los niños. Por eso se les facilita la educación y asistencia en todo momento.
Si a lo dicho agregamos el ahorro, que los habitantes deben practicar en época de bonanza, estaremos a cubierto de sorpresas desagradables.
Si con estas previsiones los argentinos logran ser dichosos, el justicialismo habrá logrado la finalidad para la cual fue creado: la felicidad del pueblo.