Ronda del gran amor

MADRE OBRERA

Laura ha decidido ayudar a su esposo en el sostenimiento del hogar.
Es joven, entusiasta, y le sobran energías. ¿Por qué no hacerlo? ¿Acaso no ha dicho nuestro Líder: “Todo el que pueda trabajar, debe trabajar”? Ella puede y lo hará.
Buscó empleo en la fábrica que está a pocas cuadras de su casa.
También abriría cuentas. Con su aporte y otros ahorros pronto pagarían la casita en que habitan. Estaba previsto el futuro, y por la noche de ese mismo día le comunicó su resolución al esposo.
—¿Y los niños? —dijo éste—. No pensarás dejarlos solos.
Laura ríe.
— No te preocupes. Por ellos ya he pensado. Raúl y Martita irán al Jardín de Infantes. Allí quedarán hasta que pase por ellos.

— ¿Y Jorgito? ¡Es tan pequeño!
— A Jorgito lo llevaré conmigo. La fábrica posee una sala para los hijos de las madres que trabajan.
Personal especializado cuida de ellos. Además, entre horas de labor podré ir a verlo.
Al niño nada le faltará.
En nuestra Argentina Justicialista la madre obrera no está desamparada. Leyes humanitarias velan por ella y por sus hijos.
Lo que antes fuera un doloroso problema, hoy ya no lo es.
Sólo se necesitaba que alguien sacudiese el egoísmo que pesaba sobre nuestras leyes.
Perón cumplió esa obra.