Obreritos

LA MADRE OBRERA

Doña Encarnación es santiagueña. Cuando llegó a la ciudad de Buenos Aires, desde su provincia, no tuvo que preocuparse por su alojamiento. ¿Qué hubiera hecho, en otros tiempos, con sus dos niños de poca edad? Seguramente le hubiera resultado difícil encontrar vivienda y pagar los gastos. Pero un hada buena ha velado por ella. Eva Perón, que dió su vida por los humildes, hizo habilitar en la ciudad numerosos hogares de tránsito, y en uno de ellos vive ahora doña

Encarnación con sus pequeños. ¡Qué hermosa es la casa! Ninguna comodidad falta, porque los pobres también tienen derecho a ser felices.
Doña Encarnación trabaja ya en una fábrica de tejidos. Sabía manejar los telares de su tierra. Estos son muy distintos, pero en poco tiempo pudo aprender su sencilla tarea.
Es feliz. Sus niños juegan en un jardín de infantes, donde reciben alimento y educación mientras ella trabaja. Le pagan un salario justo. Tendrá sus vacaciones y no deberá temer por su tranquilidad futura.
Doña Encarnación sonríe, mientras vienen y van las lanzaderas de la máquina. Está orgullosa. Es una obrera de la Nueva Argentina.