Abriendo horizontes

Libro de lectura para Cuarto grado (niños de 10 años). Autor: . Publicado por Editorial H.M.E. en el año , durante la segunda presidencia de Perón - Páginas 80 y 81.

Abriendo horizontes, Hermanos Maristas Educadores

que cualquier contrato tiene plazo de cinco años, pudiendo el arrendatario pedir tres años más. Así el colono puede realizar mejoras efectivas y organizar sus cultivos. El gobierno puede revisar el precio de los arrendamientos. Además, el patrón tiene que darnos casa habitable y agua buena. Estamos amparados por el “Estatuto del Peón” y los “Derechos del Trabajador” establecidos en la Constitución.
— Si así fuera...
— Sí, Tata, así es; y yo no me iré a la ciudad. ¡Dejar el campo, el sol, el aire libre de la pampa, mi caballo... para encerrarme en una pieza y vivir en ese ruido de Buenos Aires!... No, eso es para los que nacieron allí... A mí nadie me saca del campo, de sus faenas, de sus mañanitas limpias y noches de luna, cuando cantamos con la guitarra a las mozas del pueblo, como mi Rosita. Yo arrendaré “La Aurora” y en esa chacra empezará de nuevo nuestra vida, y me casaré y tendré hijos que cultivarán las tierras de la Patria.
Padre e hijo salieron a la puerta del rancho y contemplaron los trigales, que borrachos de sol ondulaban suavemente.

Graciela A. Albornoz de Videla

“EVITA”

Cuando elegí ser “Evita” sé que elegí el camino de mi pueblo.
Ahora, a cuatro años de aquella elección, me resulta fácil demostrar que efectivamente fue así.
Nadie sino el pueblo me llama Evita. Solamente aprendieron a llamarme así los “descamisados”. Los hombres de gobierno, los dirigentes políticos, los embajadores, los hombres de empresa, profesionales, intelectuales, etc., que me visitan suelen llamarme “Señora”; y algunos incluso me dicen públicamente “Excelentísima o Dignísima Señora y aún, a veces, “Señora Presidenta”.
Ellos no ven en mí más que a Eva Perón.
Los descamisados, en cambió, no me conocen sino como “Evita”.
Yo me les presenté así, por otra parte, el día que salí al encuentro de los humildes de mi tierra diciéndoles “que prefería ser «Evita» a ser la esposa del Presidente si ese «Evita» sería para mitigar algún dolor o enjugar una lágrima”.
Y, cosa rara, si los hombres de gobierno, los embajadores, los que me llaman “Señora me llamasen “Evita” me resultaría tal vez tan raro y fuera de lugar como que un pibe, un obrero o una persona humilde del pueblo me llamase “Señora”.